domingo, 16 de noviembre de 2014

ELGRUPO DE GUATEMALA EN PLENO PINCHÓ CON LA DIRECCIÓN GENERAL

Por José M. Rojo
Por favor, no le busquéis cinco patas al gato, que solo tiene cuatro, no deis al titular ningún sentido figurado, no, es literal. En efecto, después de más de 1,000 Kms cinco en un coche, al tercer día hubo pinchazo, o mejor reventón. El piloto (Paquillo, Ortega) y el copiloto (Quique Guerra) habían logrado sortear cientos de baches en la autopista pero este ya no; menos mal que el piloto muy hábilmente sacó el coche fuera de peligro y el copiloto en un dos por tres colocó la rueda de repuesto (¿creían que en Togo solo había aprendido de calculadoras y computadoras? ¡pues no!) Todo quedó en un fajo de quetzales listos para mañana reparar los daños.
Y yo me acordé de la canción de mi tierra leonesa: “A la romería fui, por bailar y no bailé…perdí la cinta del pelo… una mujer en el baile ¡qué menos puede perder!”. Sí, después de tres días en la carretera qué menos podía pasar. Pero nosotros sí bailamos: estuvimos en El Petén, lugar donde un gran puñado de misioneros del IEME han dejado lo mejor de sus vidas desde hace 60 años (justo el 4 de diciembre de 1954 pisaron tierra petenera los dos primeros). Por allá aún sentíamos entrecruzarse los espíritus mayas y “el alma del IEME”, que diría Ángel Saiz, los latidos del corazón de todos los que allí trataron de sembrar las semillas del Reino.

Había entonces no más de 35,000 personas en todo el Petén y ahora dicen que se acerca al millón. Tierra rica y próspera, mal repartida antes y ahora, regada con mucha sangre y habitada por gentes generosas y luchadoras.
Tuvimos en Flores una sencilla y bien compartida celebración con un buen número de amigos de unos y de otros (por supuesto de Jacinto Aguado, enterrado en el cementerio de Santa Elena y ante cuya tumba rezaron Paco, Prudencio y Quique, y de Mario García, sembrador de iglesias por doquier).  Y justo, ese día, horas antes, Jesús y yo nos llegamos hasta El Naranjo visitando “la iglesia de Mario”. Quisimos llevarlo pero, con la puerta del coche abierta, a sus 90 años, nos dijo que no.
Ya veis, el pinchazo, tan solo sirve para el titular, el gozo, la alegría, la acción de gracias y el gratificante compartir con los compañeros que aún mantienen la antorcha encendida en este país de tantos sufrimientos y tantos recuerdos gratificantes, son inmensamente más importantes.

                                                                                                                             JM Rojo 

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