Con Cristo, en la frontera:
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
Tánger, 19 de octubre de 2014.
A los fieles
laicos, a las personas consagradas y a los presbíteros de la Iglesia de Tánger: Paz y
Bien
A esta Iglesia la hizo de
frontera la historia, y lo natural hubiera sido que, en nuestra vida de
creyentes, esa frontera significase sólo un límite o confín reconocido entre dos
Estados soberanos.
Pero injusticia, violencia y
explotación han llenado de empobrecidos los caminos del mundo, y, para ellos, muchas
fronteras se han transformado en límite impuesto por los poderosos a derechos que
son de todos, y en desprecio de derechos particulares que tienen por serlo los
pobres.
El egoísmo, la arrogancia, la
crueldad, han transformado nuestras fronteras en vallas con cuchillas, en
barreras que se pretende infranqueables para los empobrecidos de la tierra, en
escenario para una trama de privaciones, enfermedades, heridas y mutilaciones, en
cementerio de vidas jóvenes y de esperanzas legítimas.
A los creyentes, esa
perversión deshumanizada de la frontera nos obliga a situarnos en ella para
estar al lado de sus víctimas. Y la gracia de Dios, la fuerza de su Espíritu,
nos unge para que ahí asumamos, como testigos de una humanidad nueva, nuestras
responsabilidades con los pobres y con el evangelio que para ellos se nos ha
confiado.
La perversión de estas
fronteras no es episódica, como no lo son la injusticia, la violencia, la
explotación y la prepotencia que las han transformado en espacios de muerte.
Nuestras fronteras son cementerios que nunca se cierran; sólo ignoramos cuál
será –y cuántos serán- el próximo nombre o el próximo número que se ha de
escribir en su lista de muertos.
Dentro de esa estructura de
muerte que muchos quisieran opaca porque la quieren impune, se producen a veces
brechas informativas, o porque los muertos no se pueden ocultar, o porque algunas
imágenes escapan al control del poder establecido.
El pasado día 15, fiesta de
Santa Teresa de Jesús, se produjo en la frontera de Melilla una de esas brechas
por las que se asomó a nuestra conciencia un episodio en la vida de un hombre,
sólo unos minutos de su tiempo: agentes de la guardia civil agreden en
territorio español a un emigrante que está bajando de la valla, a golpes lo
dejan inconsciente, y en ese estado, sin tomar ningún tipo de precaución
sanitaria, lo mueven y por un paso abierto en la valla lo devuelven a
territorio marroquí.
La evidencia del daño
injustamente causado, de la violencia gratuita ejercida, del trato humillante
dispensado, exige que exprese, como obispo, la solidaridad de esta Iglesia con ese
hombre –con todos los emigrantes- y nuestra comunión con él, y hace urgente que
esta Iglesia reconozca públicamente a esos emigrantes –bautizados o no- como
hijos suyos, y que a toda persona de buena voluntad, también a las autoridades
de los pueblos y a las fuerzas del orden, pida para ellos en justicia lo que se
les debe, y por solidaridad lo que necesitan.
Palabra de Dios y frontera:
La perversión de la frontera
irrumpe con fuerza en nuestra eucaristía dominical. La violencia de la realidad
hace que la palabra de Dios proclamada en la liturgia, resuene casi como un
sarcasmo en los oídos de los oprimidos y como una blasfemia en los oídos de
Dios: “Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios”… “Aclamad la
gloria y el poder del Señor… porque es grande el Señor”.
Si no la oímos en comunión con
los pobres, la de Dios será una palabra pronunciada sólo para halagar el oído
de los grandes y no para enjugar las lágrimas de los pequeños.
Y tú, Iglesia cuerpo de Cristo,
Iglesia de pobres que se arriesgan por un sueño en las vallas de una frontera,
tú buscas con todos una luz para que la palabra del Señor resuene verdadera y
consoladora en el corazón de cada uno de tus hijos.
Si te pones del lado del que
oprime, la palabra de Dios suena sólo a sarcasmo y blasfemia.
Si te pones del lado de los oprimidos,
si cierras filas en torno a ellos, si caminas indefensa con ellos hacia su
futuro, si te haces pacífica con ellos, entonces con ellos y con Cristo reconocerás
verdaderas las palabras de la profecía, y en tu camino resonará poderoso y
consolador el salmo de tu oración: “Es grande el Señor y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los gentiles –los dioses
del poder, los dioses de la injusticia y de la violencia- son apariencia”.
Tú no avanzas con violencia
hacia los violentos; los vences con las armas de tu fe, de tu esperanza y de tu
amor; los haces enmudecer con la fuerza de tu canto.
Si te mantienes al lado de los
pobres, estarás siempre al lado de Cristo Jesús, Cordero degollado y vencedor.
Indiferencia y frontera:
En ese fragmento de realidad
de la frontera que hemos podido conocer, hay un aspecto que considero necesario
señalar por significativo e inquietante.
Un hombre bajaba por la valla
de la frontera, y cayó en manos de unos vigilantes, que lo molieron a palos
hasta dejarlo medio muerto.
Ellos, los vigilantes de la
frontera, fueron los primeros en verlo desvanecido, pero no lo atendieron,
simplemente se desentendieron de él y lo echaron al otro lado de la frontera.
Mientras se lo llevaban, a su
lado pasó un vehículo médico, que no se detuvo; lo mismo hizo una ambulancia, que tampoco se detuvo; y de largo pasaron
también unos ciudadanos que hacían su caminata de siempre contra el colesterol
y los kilos.
Es como si en ese jirón de
realidad fronteriza, la parábola del buen samaritano se hubiese quedado sin el
personaje principal, sin el samaritano compasivo.
Esa ausencia es sobrecogedora.
Se nos ha permitido ver una parábola de la indiferencia globalizada. ¿Será una
parábola de la realidad en que vivimos?
Iglesia y frontera:
Como Iglesia:
·
Unimos nuestra voz a la de instituciones y
personas que han pedido que se esclarezcan los hechos acaecidos el pasado día
15 de octubre, se depuren responsabilidades, y se ponga fin a la violación de
derechos fundamentales de las personas, violación continuada que ha sido hasta
ahora ignorada, si no tolerada, por los poderes públicos.
·
Pedimos que se autorice la presencia de observadores
independientes que puedan informar sobre el respeto o la violación de los derechos
que asisten a las personas en las fronteras.
·
Lamentamos que las autoridades de los Estados presten
más atención a la impermeabilidad de las fronteras que al bien de las personas.
·
Lamentamos que a un hijo de esta Iglesia, que se
hallaba en situación de manifiesta necesidad, se le haya tratado en la frontera
de Melilla como nadie en su sano juicio hubiese tratado en ningún lugar a un
animal herido.
·
Y denunciamos una información que, por engañosa,
interesada y continuada, ha hecho posible, se diría que incluso normal, esa
escena de violencia gratuita y de indiferencia colectiva que hemos visto representada
para vergüenza y asombro de todos en la frontera de Melilla.
Iglesia sin fronteras:
Para nuestra confusión, a los
cristianos demasiadas veces se nos encuentra cerca del poder y lejos de los
pobres. Ni siquiera nos damos cuenta de que, por ese camino, nos excluimos de
Jesús, nos quedamos lejos de su evangelio.
En Jesús de Nazaret, Dios se
nos ha revelado sin fronteras. Sólo sueña que la casa se le llene de hijos.
A ti, Iglesia cuerpo de
Cristo, te hizo de los pobres el mismo amor que te hizo de Jesús: Iglesia sin
fronteras, Iglesia madre de todos, Iglesia que a todos se ofrece espaciosa y
abierta como el corazón de Dios.
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