sábado, 12 de julio de 2014

CREEMOS EN EL DIOS DE LA VIDA
            Lo reafirmamos cuando el tiempo nos sonríe y cuando los nubarrones  nos cierran el horizonte. Nos acaba de ocurrir esta semana: dos misioneros se nos han ido dejándonos destrozados.
             Uno en el tajo, en Mozambique, fulminado por un derrame cerebral que lo dejó unos días inconsciente,  para no recuperarse más. Fue Pepe Casas (68), natural de Aspariegos, Zamora.
            El otro  Antonio López (77), quien recibió a la muerte  de frente, en su propia casa, en Pozo Cañada, Albacete, con una serenidad y una entereza como para quitarse el sombrero.

            Acabo de participar ayer y hoy en dos funerales por ambos en sus propios pueblos natales y presididos por los respectivos obispos. El cerrado aplauso que resonó en ambos templos fue la rúbrica a un bien merecido homenaje a esos dos gigantes que se agrandaron desde el compromiso sencillo y generoso de toda una vida entregada a los demás.
            Considero una gracia el haber participado en ambas celebraciones. Los dos obispos destacaron, con sentidas palabras, la calidad humana y cristiana de ambos y la presencia de todos nosotros lo ratificaba.
            Eran dos buenos amigos. Antonio, compañero en Perú, me fortaleció hace menos de tres semanas cuando lo visité la víspera de confirmarse su diagnóstico de cáncer con metástasis. Él siempre tan afectivo y apasionado, aceptando el final de su carrera acá en medio de los suyos y agradeciendo las visitas de los amigos (recibió muchas, por cierto). Con Pepe disfruté en Mozambique, en Febrero, visitando sus comunidades de la Parroquia de Taninga (diócesis de Maputo) y participando en una larga y bien compartida celebración, el miércoles de Ceniza, con la comunidad de Palmeiras.
            Desde la fe nos ratificamos en las palabras del canto en ambas misas: “Tu nos dijiste que la muerte no es el final del camino, que aunque morimos no somos, carne de un ciego destino. Tu nos hiciste, tuyos, somos, nuestro destino es vivir…”. Pepe no tuvo oportunidad de elegir; Antonio sí que eligió ese y otros cantos para su funeral (¡increible!) Nosotros nos ratificamos con él. Y yo recordé, además, el estribillo de una cantata a los mártires en el Perú: “Han dado la vida por su pueblo y están en medio de nosotros”. Así lo creemos y así lo proclamamos, porque creemos en un Dios de vivos, no de muertos.
                                                                                              José Mª Rojo


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