con corazón y alma negra africana
Conversaciones con Mons. Ángel Floro
De las conversaciones con Mos. Ángel
Floro, misionero del IEME, obispo de Gokwe, Presidente de la Conferencia
Episcopal de Zimbabue y en el momento de la conversación aun secretario general del IMBISA.
A Mons. Ángel Floro fui a recogerlo al aeropuerto de
Barajas en una mañana otoñal clara y brillante. Era Octubre pero el calor aún se
hacía presente en el ambiente. Mos. Ángel Floro vio a bien quitarse la cazadora
que traía. El avión procedía del aeropuerto de Frankfurt donde había hecho
escala. Venía con una pequeña maleta que permitió a regañadientes que se le
ayudara. Es un manchego campechano y
sencillo, más quijote, que sancho, al menos en sus sueños y deseos.
En el trayecto que va desde el aeropuerto a la casa de la
calle de Ferrer del Río, fuimos
conversando. Primero a cerca de los compañeros, los de la diócesis de Gokwe y
los de Hwange, donde está el IEME. Hablamos de la celebración del L Aniversario
de la diócesis de Hwange y después abordamos el panorama político que se respira
en Zimbabwe. La situación es dura y así se reflejaba en su semblante. A Mons.
Ángel Floro, o Floro como le llamamos con cariño todos los que andamos por
aquí, se le siente el olor, no sé si a oveja, o a los animales que hay por
allá, ciertamente muy cercano a su gente, a la que pastorea con sensibilidad y
preocupación por toda la realidad social y política que atraviesa el país. La
situación no es muy halagüeña y por eso
otea y busca posibilidades, sueña y siempre está viendo los entuertos a
los que tiene que afrontar. En sus viajes a España siempre hay una preocupación
e interés sincero por su diócesis, por sus diocesanos, por toda su gente, que
son de piel negra.
Aunque es el presidente de la Conferencia Episcopal zimbabwana,
y secretario de la IMBISA, no se le caen los anillos. Como extranjero que es en país africano del
que es pastor de almas, sólo puede aconsejar, sugerir, proponer, pero en
definitiva han de ser los sacerdotes del país los que tienen que decir la
palabra profética y oportuna ante una
situación de deterioro social y moral en que vive la gente “de su país”.
Como obispo de Gokwe se siente orgulloso del presbiterio
que tiene, de sus 25 sacerdotes nativos
y también de todos los extranjeros con los que cuenta, incluidos los del IEME.
Con todos hay sintonía y muy buen ambiente. Los religiosos y sacerdotes del
IEME ofrecen a una Iglesia joven como es la zimbabuana madurez y referencias eclesiales,
mientras que los jóvenes sacerdotes aportan dinamismo y esperanza.
El trabajo del IEME es bien entendido y valorado. La
disponibilidad con la que trabaja el IEME en la diócesis como si se tratase de
diocesanos locales, no buscando otro interés en estas iglesias que la de la
propia diócesis, hace que los sacerdotes diocesanos vean con simpatía y cariño
el trabajo que el IEME realiza.
Mons. Ángel Floro considera que la presencia del IEME en
las diócesis todavía está justificada para acompañar por algunos años más a
estas Iglesias jóvenes de Gokwe y Hwange.
La experiencia de otras diócesis vecinas parece aconsejarlo y la situación
misionera de primera evangelización parece que también. Mons. Ángel Floro cree que no se entendería un
repliegue del IEME. Todavía hay mucha tarea por la que trabajar y acompañar.
Los misioneros del IEME han sido un elemento muy importante para que todo el
engranaje de la Iglesia trabaje con equilibrio y unidad, con el espíritu de
comunión con el que estas diócesis disfrutan.
Después de dos períodos de presidencia de esta Iglesia
surafricana, Mons. Floro cree que es hora de que los obispos nativos tomen las
riendas y asuman la tarea de liderar a la Iglesia en medio de esta situación
tensa y dura. Sin embargo no se sentirán solos, el IEME seguirá acompañando,
pero es necesario que la Iglesia local crezca y que los extranjeros vayan
disminuyendo, como el Bautista.
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