miércoles, 9 de abril de 2014

Un pastor de rostro pálido, con corazón y alma negra africana


Un pastor de rostro pálido,
con corazón y alma negra africana

Conversaciones con Mons. Ángel Floro
            De las conversaciones con Mos. Ángel Floro, misionero del IEME, obispo de Gokwe, Presidente de la Conferencia Episcopal de Zimbabue y en el momento de la conversación aun  secretario general del IMBISA.

            A Mons. Ángel Floro fui a recogerlo al aeropuerto de Barajas en una mañana otoñal clara y brillante. Era Octubre pero el calor aún se hacía presente en el ambiente. Mos. Ángel Floro vio a bien quitarse la cazadora que traía. El avión procedía del aeropuerto de Frankfurt donde había hecho escala. Venía con una pequeña maleta que permitió a regañadientes que se le ayudara. Es un  manchego campechano y sencillo, más quijote, que sancho, al menos en sus sueños y deseos.

            En el trayecto que va desde el aeropuerto a la casa de la calle de Ferrer del Río,  fuimos conversando. Primero a cerca de los compañeros, los de la diócesis de Gokwe y los de Hwange, donde está el IEME. Hablamos de la celebración del L Aniversario de la diócesis de Hwange  y después  abordamos el panorama político que se respira en Zimbabwe. La situación es dura y así se reflejaba en su semblante. A Mons. Ángel Floro, o Floro como le llamamos con cariño todos los que andamos por aquí, se le siente el olor, no sé si a oveja, o a los animales que hay por allá, ciertamente muy cercano a su gente, a la que pastorea con sensibilidad y preocupación por toda la realidad social y política que atraviesa el país. La situación no es muy halagüeña y por eso  otea y busca posibilidades, sueña y siempre está viendo los entuertos a los que tiene que afrontar. En sus viajes a España siempre hay una preocupación e interés sincero por su diócesis, por sus diocesanos, por toda su gente, que son de piel negra.
            Aunque es el presidente de la Conferencia Episcopal zimbabwana, y secretario de la IMBISA, no se le caen los anillos.  Como extranjero que es en país africano del que es pastor de almas, sólo puede aconsejar, sugerir, proponer, pero en definitiva han de ser los sacerdotes del país los que tienen que decir la palabra profética y oportuna  ante una situación de deterioro social y moral en que vive la gente “de su país”.
            Como obispo de Gokwe se siente orgulloso del presbiterio que tiene,  de sus 25 sacerdotes nativos y también de todos los extranjeros con los que cuenta, incluidos los del IEME. Con todos hay sintonía y muy buen ambiente. Los religiosos y sacerdotes del IEME ofrecen a una Iglesia joven como es la zimbabuana madurez y referencias eclesiales, mientras que los jóvenes sacerdotes aportan dinamismo y esperanza.
            El trabajo del IEME es bien entendido y valorado. La disponibilidad con la que trabaja el IEME en la diócesis como si se tratase de diocesanos locales, no buscando otro interés en estas iglesias que la de la propia diócesis, hace que los sacerdotes diocesanos vean con simpatía y cariño el trabajo que el IEME realiza.
            Mons. Ángel Floro considera que la presencia del IEME en las diócesis todavía está justificada para acompañar por algunos años más a estas Iglesias  jóvenes de Gokwe y Hwange. La experiencia de otras diócesis vecinas parece aconsejarlo y la situación misionera de primera evangelización parece que también.  Mons.  Ángel Floro cree que no se entendería un repliegue del IEME. Todavía hay mucha tarea por la que trabajar y acompañar. Los misioneros del IEME han sido un elemento muy importante para que todo el engranaje de la Iglesia trabaje con equilibrio y unidad, con el espíritu de comunión con el que estas diócesis disfrutan.
            Después de dos períodos de presidencia de esta Iglesia surafricana, Mons. Floro cree que es hora de que los obispos nativos tomen las riendas y asuman la tarea de liderar a la Iglesia en medio de esta situación tensa y dura. Sin embargo no se sentirán solos, el IEME seguirá acompañando, pero es necesario que la Iglesia local crezca y que los extranjeros vayan disminuyendo, como el Bautista.


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