CIRILO TERRÓN:
UN MISIONERO DE CUERPO ENTERO
En la mañana del día 2 de septiembre, el cáncer derrotó a
nuestro compañero y amigo CIRILO TERRÓN HERNÁNDEZ. Había luchado a brazo
partido (sólo Dios y él saben lo que sufrió y disimuló) pero la implacable
guadaña impuso su ley. Los que lo conocimos podemos certificar que Cirilo fue
una persona, un cristiano, un sacerdote y un misionero de una sola pieza.
Es hijo de la guerra civil y la posguerra (nace en Tejeda
del Tiétar, Cáceres, el 9 de Julio de 1938) y desde niño queda impactado por la
pobreza, la marginación y la explotación que sufren los pobres en su
Extremadura natal. Eso marca su fe y su compromiso para siempre. Y con ello
decide ser sacerdote y misionero en América Latina, a través del Instituto
Español de Misiones Extranjeras. Nos ha dejado sus memorias o “Recuerdos” (por
poco no logró verlos publicados). Leyéndolos, uno diría que se apropió e hizo
en él carne el verso del cubano José Martí: Con los pobres de la tierra quiero
yo mi suerte echar. Lo hizo en Colombia (1965-1972), en Perú (1973-1981), en
Nicaragua (1981-1987), de nuevo en Perú (1987-2008) y lo siguió haciendo en
España, jubilado ya, desde entonces hasta ayer.
Una palabra resume la vida de Cirilo: coherencia (con su
pensamiento y con su fe). Lo sabían muy bien los parroquianos de Malpartida,
Plasencia-España (los “chinatos”, su primer amor, como gustaba decir); los
campesinos de las riveras del rio Magdalena en Colombia (su primer amor
americano); lo sabían muy bien los campesinos de los valles de
Huara-Sayán-Churín y Nepeña-Moro- Jimbe y sus respectivas serranías en Perú,
así como los mineros de Oyón y Raura a casi 5.000 m.s.n.m.; lo sabían muy bien
los campesinos de la parroquia de Jalapa en Nueva Segovia -Nicaragua- con
quienes escuchó silbar muchas veces las balas de “la contra” por encima de sus
cabezas; lo sabían muy bien los pobladores, nuevamente en Perú, de las
barriadas de Hualmay (Huacho) y Canto Grande (Lima), golpeados unas veces por
el terror de Sendero, otras por el de los uniformados y siempre por la pobreza.
Y lo sabemos los que hemos compartido con él alguna de esas etapas, incluida
Madrid, desde su silla de ruedas motorizada, tratando de conservar su autonomía
y “molestar lo menos posible”.
Si algún pecado cometió Cirilo ha sido el no contar entre
sus prioridades el cuidado de su salud. Eso pasa factura y él lo ha pagado
caro, pero con mucha dignidad…
Ayer fue enterrado en La Sacramental de S. Isidro,
Madrid, tras el funeral, presidido por su obispo de Plasencia, don Amadeo
Rodríguez, junto a un buen número de familiares y amigos.
Sin ninguna duda ya habías escuchado, Cirilo, aquello de:
“Ven bendito de mi Padre porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed…”
José Mª Rojo García
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